De cómo escogí género musical para mi primer disco solista

¿De qué depende qué tipo de música canta uno?

¿De lo que ponían en tu casa cuando eras niño? ¿De las canciones típicas de tu país? ¿Del tipo de voz con que naciste? ¿Del instrumento musical o recurso tecnológico que tengas a la mano para experimentar?

Cuando me vi en posibilidades reales de lograr un disco propio, se me presentó una cuestión: Amo todo tipo de música. ¿Orquesta? Me encantaría grabar con orquesta. ¿Mariachi, por qué no? ¿Música de otras latitudes en idiomas extranjeros? Siempre he encontrado fascinante echarme un clavado en otras culturas. ¿Música de cámara? Todo un sueño hecho realidad: Una colaboración de cerca con algún pianista, clavecinista o cuarteto de cuerdas. Por suerte siempre se presentan cuestiones prácticas que nos obligan a acotar nuestras decisiones.

Medios electrónicos

Movida por el aislamiento impuesto por la pandemia, con un directorio de colegas que ya desde hacía tiempo estaban demasiado inmersos en proyectos propios como para iniciar algo desde cero, opté por un formato que se apoya fuertemente en la electrónica. ¿Por qué? Simple. Para, llegado el momento de presentarme en vivo, (pues cantar en vivo más que grabar ha sido siempre mi predilección), cupiera cabalmente la posibilidad de ser yo en escena con otro músico.

Seguramente alguien con una computadora para poder correr secuencias electrónicas. Es decir, que los sonidos electrónicos no estuvieran supliendo a músicos acústicos, sino que desde su origen la música fuera concebida para que una sola persona pudiera ayudarme a cubrir el espectro sonoro completo de una obra.

Una de las ventajas de crear, coescribir o comisionar canciones a tu gusto, es la libertad de escoger en qué tonalidad cantarlas. Esto podría parecer poca cosa. Pero con mucho conocimiento de causa les digo que no es así. Hay un mundo de diferencia entre cantar una melodía en Re o cantarla en Mi Bemol. Como cantantes, gozamos de un instrumento completamente portátil, (pues lo llevamos dentro). Pero es tan único que, según la melodía que vayamos a cantar, una tonalidad agradará más que otra a nuestras cuerdas vocales.

Esto conviene explorar con toda calma y en privado, y los medios electrónicos son en este sentido muy flexibles. Es genial no tener que depender de si el guitarrista de tu banda toca mejor en Do, o de si determinado repertorio preestablecido para tu tesitura (soprano o tenor por ejemplo), siempre se ha cantado, digamos, en Sol.

En lo personal, mi afinidad con ciertos giros musicales proviene de la tele. De las caricaturas, las películas y los musicales de Broadway que siempre me gustaron. Gracias a ello, para cuando comencé a planear disco, puse sobre la mesa un acervo de retazos melódicos; de ideas musicales que había estado recopilando durante algunos años, listas para hacerles disección.

Productor musical

Un proyecto musical solista significa que tú tienes las ideas, tomas las decisiones y asumes el costo. Pero llega un momento en qué hay que seleccionar a una persona (puede desde luego ser más de una), para sacar adelante aquellos aspectos de la producción que no son tu fuerte.

Se trata de una alianza muy importante, pues es dicha persona (también conocida como, el productor), quien escuchará tus ideas musicales; aquellas que no te habías atrevido a mostrarle a nadie. Algunas de estas ideas serán desechadas, todas, cuestionadas. Otras, utilizadas en el nuevo material. Al principio esta etapa da mucho miedo y puede incluso ser dolorosa. Pero lo bueno es que con el correr de los meses me fui acostumbrando a intercambiar maquetas con mi productor. Analizar fragmentos de música, propia y de otros, se me volvió costumbre, y muy pronto fui dejando atrás la fragilidad con que en un principio me aproximé a este curioso asunto de ir desembalando canciones.

Una vez desglosada la alianza con el productor, destiladas las ideas y definidos los recursos musicales que íbamos a utilizar, las cosas fluyeron con relativa facilidad. Es decir que preparar el terreno es muy importante antes de entrar a grabar un disco.

Así es. Esta aventura me ha deparado muchas sorpresas. Entre ellas la de que los arrebatos de inspiración y las sesiones improvisatorias entre compañeros están muy lejos de ser las únicas formas de que se asome la nueva música. Mucho se logra también a través de la planeación y el orden.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *