Salud por la música y la amistad

Recién había acontecido el concierto con el cual mi primer disco como solista, ONE WING, se presentaba oficialmente, cuando me encontré en un avión rumbo a San Diego, California.

Mi amiga de muchos años, la mezzosoprano Sishel Claverie, estaba por cerrar temporada en el papel de Renata, protagonista de la ópera mariachi “El Milagro del Recuerdo” (The Miracle of Remembering, con música compuesta por Javier Martinez, hijo de Pepe Martinez, quien fue el director musical del Mariachi Vargas de Tecalitlán, y compositor de otras dos óperas con mariachi, “Cruzar la Cara de la Luna” y “El Pasado Nunca se Termina”.)

Llegué para compartir su ansiedad ante un papel que impuso a mi amiga, exigencias vocales ante las cuales su voz tubo que ingeniárselas valiéndose de malabares. Su satisfacción tras domar las líneas melódicas de Renata con gran habilidad. Sus perspectivas para el 2024 a la hora de reintegrarse a la escena operística y coral neoyorquina, (pues Sishel radica en la gran manzana). Pero sobre todo, para compartir tiempo con ella, bajo pretexto de conocer la ciudad de San Diego. Ambas amamos cantar. Pero la vida nos ha llevado por caminos musicales muy distintos.

La compañía que contrató a Sishel la tenía hospedada en un airbnb, donde llegué a unírmele la noche antes de la matinée dominical con el que El Milagro del Recuerdo daba su última función.

Varios meses de ensayos con la orquesta y el mariachi, y con el resto del elenco de cantantes, (unos de ópera y otros de música vernácula mexicana), habían permitido a mi amiga familiarizarse con los ritmos y las distancias de la ciudad de San Diego. Aún así, el estrés antes de aquella presentación importante era palpable. No pude más que compartir los nervios de Sishel mientras la observaba calentar las tenazas para alaciarse el cabello, planchar su vestido, echarse bocados de comida a la boca al tiempo que se maquillaba. La escuché vocalizando en la regadera. Le agradecí, pasmada por su capacidad de orquestar veinte pequeñas acciones al mismo tiempo, un huevo cocido que puso ante mí, el cual por cierto estaba en su punto. Me lo comí en silencio mientras Sishel circulaba frenéticamente por la habitación. Esperar que desayunáramos juntas habría sido demasiado.

Entramos por la puerta trasera en el auditorio. Y mientras Sishel terminaba de prepararse, yo me instalé en camerinos, rodeada de cantantes que se maquillaban, una vestuarista que circulaba entregando prendas lavadas, y una tercia de niños corriendo alborotados de aquí para allá.

– “¿Quiénes son esos niños?”, pregunté. – “¿Son hijos de alguno de los actores?”
– “No”, respondió una mujer del personal administrativo del teatro. – “Son parte del elenco. Interpretan a los personajes en su infancia. La mamá de uno de ellos se hace cargo de los tres mientras se encuentran en las instalaciones del auditorio. Y tienen una profesora para que no se atrasen en sus estudios.”

Ya mi mente volaba imaginando cómo será crecer trabajando en los teatros desde chiquito, cuando escuché una voz que se acercaba diciendo: – “¡Conchitas, conchitas! Would you like some pan dulce?”

El Milagro del Recuerdo tiene que ver con migración, y en el reparto había algunos mexicanos como Sishel y otros mitad mexicanos. Puse sobre la mesa los borrachitos morelianos que había traído desde México, y se armó la compartidera. Cuando estás a punto de dar una función importante, es bonito contar con alguna persona de confianza que pueda estar a tu lado dándote apoyo moral. A menudo he contado con alguna de estas personas. Con su tiempo. Su disposición y su paciencia. Esta vez me tocó ser quien acompaña, y debo decir que también se disfruta.

Salí a tomar el fresco y me encontré con una valla que separaba un conjunto de sillas y mesas del resto del lobby.

– “Son para los patrocinadores de la ópera”, me informó Melanie, la misma del personal administrativo, quien llegó para acompañarme a mi asiento. La audiodescripción en vivo que proporciona el San Diego Civic Center, me permitió seguir atentamente la trama de la ópera mariachi navideña, donde un mexicano emigrado a Estados Unidos, regresa para visitar a su familia en Michoacán.

– “Nuestra familia unida es lo que más me importa!”, canta Renata. – “Mas que el dinero, lo que yo quiero es que tu hijo y yo podamos tenerte aquí.”

Concluida la función hubo sesión de preguntas y respuestas, (o lo que en México llamaríamos “desmontaje”). El tema principal fue: “¿Es la ópera un género musical en vías de extinción?”

Se mencionaron óperas actuales de éxito, (como Dead Man Walking), para resaltar que mientras la ópera aborde temáticas de actualidad y continúe interrogando nuestra sociedad, seguirá convocando a un público sediento de cultura.

Creo que el resto de mi estancia en San Diego fue lo mas agradable, pues Sishel y yo lo pasamos conociendo los alrededores, platicando y haciendo todas esas cosas sencillas que se añoran cuando tienes a un ser querido viviendo lejos. Cómo comer palomitas mientras veíamos una película. A mi amiga la becaron desde hace muchos años en Estados Unidos par estudiar música, y terminó estableciéndose por allá de manera permanente.

La música nos une, pues, desde los inicios de nuestra adolescencia, el arte de los sonidos ha constituido nuestra manera favorita de conocer el mundo. Pero también la música nos ha separado, ya que el ir en su busca ha provocado que nuestros caminos se bifurquen.

Sishel y yo pasamos largas horas debatiendo los méritos y de méritos de dedicarse a la música no comercial. Ella, audicionando para compañías de ópera por todo el país, con la esperanza de ser seleccionada para algún papel dramático. Yo, bajo el reto de movilizar un proyecto de música, independiente, música original, que nadie conoce. Cada una, sedienta de dar a conocer su ser, de compartir su voz.

Sostener una relación a distancia no es fácil. Mantenerse en el mundo de la música durante más de 20 años, tampoco es nada fácil. Pero discutir sobre todos estos temas, chocando tu copa con la de una buena amiga, hace sentir que todo ha valido la pena, que seguirá valiendo la pena, pase lo que pase. Así que, Salud. Y que la música nos siga trayendo viajes y amistades bonitas.

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