Disco Solista

El 2mil20 fue un año solitario y silencioso.

La cuarentena trajo la certeza como nunca antes, que hacían falta más sonidos armoniosos en mi vida, que en plena pandemia, difícilmente mis correrías musicales de antaño iban a revivir. Casi un año atrás me había embarcado en un tren de estudio y exploraciones vocales que hoy desembocaban en la pregunta: ¿Ahora qué sigue?

“¿Y porqué no haces tu tus propias canciones?” Me han preguntado más de una vez. Acostumbrada a fraguar nuevas melodías al calor de un ensamble, o de lanzarme a la pizca de cantos de esta latitud y de aquella, siempre me ha dejado perpleja la prolijidad de los colegas que germinan obras originales.

Existe una diversidad de caminos que suelen llevar a quien gusta de la música, con frecuencia, primero a interpretarla y después a inventar la propia. Meterse a clases de algún instrumento con los que la voz acostumbra hacerse acompañar, como la guitarra o el piano. O tal vez simplemente adoptamos una guitarra que encontramos abandonada en casa y tomándola en brazos nos pusimos a seguir tutoriales de Youtube para ir desentrañando las tonadas. Descubrimos a una tía que sacaba su lado bohemio amenizando las reuniones con un vozarrón que no le conocíamos, y nos fuimos animando, primero a seguir su ejemplo y poco a poco nos fueron saliendo canciones propias.

Ninguna de estas cosas fueron mi catalizador. Durante 12 años fui vocalista de una banda con tendencias improvisatorias, y viendo que al cantar se esperaba que yo hiciera lo mismo, pues comencé a hacerlo, sintiendo una mezcla de curiosidad y agrado. Antes solo aspiraba a memorizar obras que me gustaran para poder cantarlas; ahora además habíamos de crearlas primero. Y he aquí que en el 2mil20, ya sin banda ni prospectos de juntarme con alguien para hacer música, me di cuenta que mi mejor opción era tomar la iniciativa y empezar desde cero.

¿Pero empezar por dónde?

Primero, haciendo recuento de lo que ya tenía: un montón de ideas para canciones basadas en libros que había leído, un guardadito de melodías inventadas en las “Notas de Voz” de mi celular, y una noción clara del tipo de aliado que necesitaría para poder realizar un proyecto que apenas comenzaba a cobrar vida en mi mente.

El reto principal radica en esto: los discos en que he participado han surgido a partir de música que llevaba años cocinándose sobre los escenarios, para por fin culminar en un álbum cargado de toda esa vibra inigualable que se genera en comunión con el público.

¿Qué pasa con un disco criado en cautiverio?

¡Es rarísimo hacer canciones sin tener en mente a los músicos en específico que habrán de interpretarlas! ! (Normalmente amigos o conocidos de muchos años). Sientes tremendo nudo en las tripas cuando entiendes que dentro de un plazo indefinido, seguramente más de un año, abrirás la boca para dejar salir música que todavía no existe. Intentas imaginarte la sensación de estarla escuchando, sin conocer aún su sonoridad. En tu mente ves a otros disfrutándola. Intuyes la gran labor que se viene, con una mezcla de anticipación y zozobra. Pero sabes qué es eso, o volver a cantar quién sabe cuándo.

Así pues, sosegado por el recogimiento que el encierro nos vino a facilitar, finalmente te decides. El disco se hace sí o sí. Mi disco en solitario me ayudará a sacudirme la soledad. Con él crearé música para compartir emociones y departir sobre música. Acompáñenme, que esto apenas comienza.

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