Adaptándote. Parte 1

Entre mis recuerdos más remotos se encuentra el de despertar llorando por causa de una música muy hermosa que llegó a mí en un sueño. Tendría unos 4 años. He olvidado si aquella música la había escuchado en alguna parte o vino de mi imaginación. Lo que sí recuerdo es que era instrumental y no cantada.

He amado la música desde siempre. Pero la noción de producirla sólo comenzó a aclararse cuando descubrí un piano en casa de una tía, como a los 9 años. Hasta entonces sólo eran sonidos intrigantes que salían del radio o de la tele.

Luego supe que en la academia de baile a la cual mi hermana asistía cada tarde, había una pianista que tocaba mientras las niñas practican sus ejercicios de ballet. Desde entonces quise ser esa pianista. Pedí me metieran a clases de piano y así fue.

Pero el aprendizaje del piano me resultó inesperadamente difícil. A pesar de haberme vuelto muy estudiosa, mis dedos no se coordinaban y con el correr del tiempo fui dándome cuenta que lo que no lograba ejecutar con las manos, podía fácilmente igualarlo con la voz.

Siempre formé parte del coro de cada escuela en donde estuve. Así que con el correr de los años abandoné el piano y emprendí más y más el estudio del canto. Incorporando materias como solfeo, teoría musical y desde luego, técnica vocal. Alguna vez alguien puso entre mis brazos una guitarra y me explicó cómo se toca. La posición de la mano izquierda me pareció absurdamente incómoda, en especial para digitar, de modo que tampoco terminé por valerme de aquel instrumento tan universal y portátil.

Entrando a la adolescencia, “Cats” el musical irrumpió en la escena de mi ciudad natal, inundándome con aspiraciones de ser artista de Broadway, o incluso de ópera. Pero, como me dijo un maestro de canto: ¿Qué compañía daría trabajo a alguien que no ve, y sin formación en danza ni actuación?

Así que me integre a un ensamble de música medieval que solicitaba cantante. (Siglos Pasados). Luego a una agrupación de música del mundo, RADAID, que además de cantar sus melodías, me requería crear otras nuevas, e improvisar. Esto último jamás lo había hecho antes, sin embargo me encontré con la sorpresa que echando a volar la imaginación, lograba dibujar toda clase de sonidos armoniosos en el aire.

Tengo facilidad para los idiomas y esto siempre me ha servido bien en mis empeños musicales. Aun así, no siendo pues el tipo de cantante que se acompaña al piano ni con la guitarra, ¿Cómo disponerme a crear nueva música en la soledad que me impone el confinamiento? La respuesta en detalle no la tengo muy clara, pero su contorno cada vez más definido, rosa mis manos y me dice: Igual que has hecho toda tu vida. Adaptándote.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *