Foto, Foto

Corría el tercer mes de un confinamiento tórrido y desquiciante a manos del Covid 19, cuando fui agradablemente sorprendida por una llamada telefónica. Se trataba de una colega, una excelente violonchelista con quien tuve ocasión de colaborar una vez. ¿Estaría yo interesada en conformar una red de artistas con discapacidad a nivel nacional?

Dije que sí, y comenzaron a suscitarse las juntas virtuales, con un montón de gente cuya existencia hasta entonces era por mí desconocida. El escritor en silla de ruedas de Torreón, el dibujante de mi propia ciudad que en vez de las manos utiliza la boca para realizar su arte, la pintora con debilidad visual emigrada desde Japón…

Pero esta red en cierne, no comenzó realmente a afianzarse sino hasta que se puso en marcha un proyecto artístico en conjunto. ¿Qué proyecto? Un taller de fotografía para personas ciegas.

¿¡Taller de fotografía para personas ciegas!? Pues sí. Nada del otro mundo, dijo uno de entre nosotros, fotógrafo ciego oaxaqueño con amplia experiencia en el tema. Fue justamente este fotógrafo quien coordinó y en parte impartió dicho taller. Tenía por aliados a otros dos o tres fotógrafos más, que sin tener ninguna discapacidad visual, profesan un genuino interés por explorar la “mirada” del que no ve. De experimentar y llevarnos a expresarnos por un medio silente, puramente visual.

Primero hay que escribir fotografía

Nos dijeron los profesionales en una sesión teórica. Tras hablar de tipos de cámara, distintas variedades de lentes, lo que es el obturador, el plano americano y la fotografía estenopeica.  – “¿Qué es lo que quieres comunicar a través de determinada fotografía o serie de fotografías? ¿Un mensaje? ¿Una sensación? ¿Un recuerdo?…”

Hubo entonces que poner por escrito con el mayor grado de detalle posible, lo que cada participante se imaginaba apareciendo a cuadro en sus fotografías. Como si de hacer un guión se tratara.

La idea que acudió a mí fue la siguiente: “Zapatillas de Rubí”. De pequeña a menudo veía la película El Mago de Oz (con Judy Garlan). En ella, una cosa me llamaba la atención por encima de todo lo demás, eran las zapatillas de rubí que Dorothy le quitó a la bruja. ¿qué se sentiría traerlas puestas? ¿Harían algún sonido en especial al caminar? ¿qué es un rubí?…

Mi familia ante tanta insistencia terminó por explicarme que un rubí es una piedra preciosa, rugosa, pesada y brillante, como la pirita que a continuación me pusieron en la mano. Y de un rojo muy intenso, como el agua de jamaica cuya aura carmesí yo lograba detectar pegando la nariz a un vaso de vidrio lleno de dicha bebida, de cara a una ventana.

Esta fue pues mi primera idea fotográfica: yo de rodillas, con la nariz pegada a una jarra de agua de jamaica que descansaría sobre una mesa. El líquido dentro de la jarra, atravesado por la luz desde un ventanal cercano. Yo tendría en la mano un puño de piedra pirita.            – “¿Por qué de rodillas? ¿Has pensado en hacer toda una serie con esta temática y no una sola foto? ¿Y si muestras tus pies, ya sea descalzos o no?”. Fueron algunas sugerencias por parte de los demás participantes del taller, a la hora de socializar mis prospectos de foto.

Muy pronto hubo que poner manos a la obra porque la cámara que habríamos de utilizar me llegó por correo. Así es. Todos los participantes utilizaremos un mismo aparato fotográfico, cuyas funciones ya nos fueron explicadas por los profesores mediante videos que ellos mismos realizaron. Se trataba de una máquina de redondeces agradables, una esta cámara permite imprimir al instante. Cada uno de nosotros dispondría de 30 cartuchos, es decir, que habría que seleccionar 30 de nuestras fotos para imprimir y enviar a los organizadores del taller.

Nos aconsejaron ensayar nuestra sesión de fotos con el celular y así lo hice (por lo menos en lo que a zapatillas de rubí se refiere. Otras fotos salieron de manera más espontánea). De este modo contaremos con una guía para recrear las mejores tomas.

Una cosa me quedó bien clara mientras transformaba mis escritos fotográficos en imágenes: la foto – como cualquier otra expresión artística en que me haya involucrado – es una labor de equipo. Si yo iba a ser fotografiada, alguien más tenía que disparar la cámara. Si dos íbamos a ser fotografiados, había que reclutar a un tercero.

Puedo decir con mucho gusto que las cuatro o cinco personas que me ayudaron se divirtieron tanto como yo, y que para todos quienes tomamos el taller fue un reto enfrentarnos a la cámara. Hubo quienes se dedicaron a documentar momentos de su vida cotidiana, y otros participantes que se dedicaron más bien a plasmar alguna temática que los inquietaba. Espero algún día los frutos de nuestras aventuras con el mundo de la imagen se den a conocer, para que todas las personas puedan gozar de ellos.

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