El programa de formación para personas ciegas que me encuentro cursando en este momento, tiene sus etapas, sus nodos y retos decisivos.
Estoy contenta porque acabo de atravesar uno de ellos. Me refiero al trayecto de la escuela a la casa y viceversa. Cuando eres de primer ingreso tomas un transporte que te deposita en un lugar y en otro. Luego, en las clases de orientación y movilidad, vas forjando las herramientas que poco a poco te permitirán ubicarte y navegar las calles.
¿De qué herramientas se trata? Uso y técnica del bastón blanco más el conocimiento de los puntos cardinales. Muchas veces la clase consiste en parar en una esquina y observar el tráfico por una hora. Luego el maestro comienza a darte pequeñas misiones como: “Viaja 6 cuadras en dirección oriente”, o “Cuenta el número de cocheras entre tal y tal calle, y luego regresa a la escuela con la información que te pedí”.
El bastón, la oreja y la memoria, son las armas que te van a sacar de cualquier aprieto. Prohibido preguntar a personas en la calle, tomar un taxi o quitarse el cubre ojos. Si cuentas con un resto visual por mínimo que sea, así no puedas ver otra cosa que luz y sombras, es obligatorio portar un cubre ojos de esponja. Mismo que por otro lado protege bastante bien de los inevitables golpes en la cabeza que nos hemos de dar contra un poste, un escaparate o un árbol.
Además, al interior de la escuela es igualmente obligatorio el uso del cubrebocas. De modo que los estudiantes somos una extraña tropa de seres enmascarados y con bastón recorriendo un edificio de 2 pisos. A veces cargados con libros en Braille, recipientes de comida recién salidos de la clase de cocina, o tablones de madera que usamos en el taller de carpintería.
Si te sientes completamente perdido durante una misión, la única persona a quien puedes llamar por teléfono es el instructor. La primera vez que pasé por esto, pensé que me iban a mandar un taxi, pero pronto comprendí que nada de eso.
– “¿Tienes el sol a tus espaldas… entonces en qué dirección estás caminando?”
– “Ve a la próxima esquina y dime en qué dirección corre el tráfico.”
– “¿Dices que crees que si das vuelta en esa esquina y caminas cuatro cuadras tal vez llegarás a la escuela? Pues camínalas y averígualo. Y si no llegaste, márcame de nuevo.”
Así que después de tantas peripecias, ya se han de imaginar lo que significa para quien por aquí escribe. Persona por demás distraída, y sin nociones previas de orientación alguna.
El haberme graduado de camioncito a caminata, se siente como graduación, aunque aquí se le conoce con un nombre mucho más pedestre: “Ya me botaron del camión” (o, “I got kicked off the bus”). Quienes tienen confianza para navegar con su bastón hacen el recorrido en 15 minutos. A mí me suele tomar media hora, pero estoy segura que con la práctica iré agarrando velocidad. Mientras tanto, la libertad que experimento al poder ir y venir, a mi propio ritmo, es deliciosa.