Vocación Artística

Recién terminé de ver la nueva versión de Mujercitas. Me puse a buscar en qué otras producciones cinematográficas ha aparecido Emma Watson, además de las de Harry Potter, y di con una película preciosa llamada “Zapatillas de Ballet”.

Ballet Shoes (Zapatillas de Ballet), trata sobre tres hermanas a quienes se les presenta la oportunidad de inscribirse en una academia de danza, pues se ven obligadas a aprender un oficio que les permitirá contribuir con la economía de su casa.

Esta cinta me cautivó por muchas razones, pero la principal es el tema, que a mi entender es la vocación artística. El personaje de Emma Watson parece tener aptitudes para la actuación, que bien pudieron pasar desapercibidas, de no haber llegado a su vida lo que en inglés se conoce como una “stage school”. Que yo traduciría como escuela de artes escénicas. La más pequeña tiene un talento tan marcado para el ballet, que da la impresión de que se habría hecho bailarina, aunque la hubieran puesto a vender chicles en la calle. Por último la de en medio, detesta tener que aprender a bailar y solo se integra al circuito de audiciones y ensayos que tanto entusiasma a sus hermanas, gracias a su tremendo sentido del deber y la solidaridad para con su familia.

Yo fui maestra de canto en una escuela de teatro, y me tocó convivir con toda clase de alumnos: desafinados pero entusiastas, faltos de interés en mi materia, unos con dotes para el ritmo y otros con una voz hermosa. Pero jamás conocí a uno que estuviera bajo el imperativo de formarse como actor para llevar dinero a su casa a temprana edad. Antes bien, como nos ha pasado a la mayoría, han tenido que batirse contra viento y marea para que les dieran chance de estudiar lo que les gusta.

El gran sentido de ironía con que disfruté de esta película proviene de que hoy en tiempos de pandemia se nos presenta el dilema contrario. ¿Que hago con mis aptitudes, mis canciones, con mi formación y mi oficio de músico? Por lo pronto ponerlas en un invernadero y seguirlas cultivando. Pero la verdad es que eso no puede ni debe ser lo único. Si cantar es algo demasiado especializado para los tiempos que corren, habrá que llevar nuestras posibilidades al plano más general. ¿O acaso la creatividad no es la habilidad para resolver problemas? ¿Estaré traicionando mi vocación si me dedico a otra cosa?

Me remito a un texto sabio y estoico publicado por una actriz llamada María Balam donde dice que “ya habrá tiempo para ficciones”. Aquí disiento pues aunque la palabra arte tenga la misma raíz que la palabra artificio, el ficcionar tiene todo que ver con el juego, la imaginación y la resolución de encrucijadas. Ejercer el arte no es una necesidad primaria pero sí una propensión muy humana. Si los artistas alguna vez nos sentimos privilegiados por desempeñarnos en un ámbito que va más allá de las necesidades esenciales, hoy nos toca ver qué tan flexible, que tan maleable es nuestra vocación.

Hacia el final de las “Zapatillas de Ballet”, cada una de las niñas sale a buscar su lugar en el mundo. No se angustien compañeros de la escena, que nuestro lugar en el mundo está asegurado. No nos resistamos al encierro, más bien dejémonos moldear por él. Si nuestra vocación persiste, alimentará una nueva era de expresiones artísticas muy interesantes. Si se transforma, alimentará una nueva etapa de expresiones humanas igualmente fascinantes. En cualquier caso, paremos bien las antenitas y mantengamos viva la semillita de la creatividad.

Termino con una frase que escuché en voz de la cantautora Tory Amos en su más reciente libro, Resistance. “We must create destruction. It’s the only way.”

Hay que ganarle a la destrucción creando. No hay otra manera.

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